ejecucion
Ejecución
por los 4 caballos
al
Inka José Gabriel Condorcanqui
de
Antonio Huillca Huallpa
Primero,
mi admiración por este artista plástico singular en el arte
cusqueño. Antonio Huillca Huallpa, nacido
en la comunidad de Queromarca, distrito de Tinta, provincia de
Canchis, Cusco. Heredero de las tradiciones culturales de su pueblo,
hijo de un buen agricultor y pintor decorador, Don Luciano, músico y
cantor de yaravíes; curandero o médico altruista del pueblo
Pampamisayoo, y de una buena mujer con nobles sentimientos y gran
espíritu de trabajo, doña Leocadia; pastor de llamas y ovejas en su
niñez, niño genio del Arte, que al más indiferente excita.
Ganador
de premios de Arte en esculturas policromadas, y pintura, Antonio fue
fundador y Director del “Museo de Arte y Cultura” en la ciudad de
Cusco. Difusor del arte, escritor, permanente Investigador del
Arte Universal y Analista de la Historia Andina. Casado con
la ñust´a Bárbara Tunque “Reyna de la Primavera de
Queromarca“, su pintura, como la de este Cuadro “EJECUCION POR
LOS 4 CABALLOS AL INKA JOSE GABRIEL CONDORCANQUI” es un grito o
clamor contra la tiranía y criminalidad colonial española reinante
que retumba en los valles y en los cerros, en las calles, las cuadras
y corrales, que infunde a los hombres, a veces miedo, a veces
sublimes sucesos venideros que alcanzan hasta el cielo.
En
la fiesta del Crimen Colonial adornada con las flores de una larga
procesión de franciscanos rebuznantes, obscenos y mentirosos que el
pueblo sometido contestaba a coro, un 18 de mayo de 1781 para más
señas, mientras los cuatro caballos de los conquistadores españoles
criminales y asesinos por la gracia de Dios y del Rey, intentaban sus
miembros desmembrar al Inca José Gabriel Condorcanqui, Túpàc Amaru
II, el Inca echó a cantar:
-Que
bien le vino su ejecución al corregidor del crimen y la rapiña
De
Tinta, Virreinato del Perú
Antonio
Arriaga, gobernador interino del Tucumán
Al
servicio del virrey del Río de la Plata, Pedro de Cevallos
Pues
le hizo contestar con crímenes horrendos
Al
visitador español José Antonio de Areche
Emulando
el ansia y la presura del Crimen y la Matanza
Pues
traía los preceptos del rey Carlos III de España
Criminal
de asinino plectro
De
asesinar nuestros anhelos de Amor y Paz
Para
robarnos el oro y la plata
Y
a nuestras madres e hijas violar para mejor matar.
¡Cuántos
reyes al Crimen y Rapiña son deudores de gracias, de victorias y aun
de cetros, bendecidos por la Iglesia¡
En
la historia universal del entendimiento humano no ha habido ni habrá
ningún reino tan felón, criminal y asesino como el de España, pues
cátedras del Crimen permitía en Colegios, Seminarios y hasta en
Universidades y Cátedras.
Madre
mía y ¡ay¡ qué pena y ¡ay¡ qué pena que me dan: Túpac Amaru,
su familia y seguidores, que sacados de sus calabozos y arrastrados
por caballos hasta la Plaza de Armas de Cuzco, Perú, allí, ante su
mirada atónita, llorando lágrimas de sangre, vio cómo torturaban y
ejecutaban estos criminales y asesinos por Dios y por el Rey a sus
amores: su esposa, sus dos hijos mayores, su tío, sus aliados y
amigos, como refiere la historia verídica del tiempo.
Los archivos, las crónicas veraces lo dicen:
-No
sólo estos criminales y asesinos les mataron, sino que, después de
cortarles la lengua, ataron cada una de sus extremidades a caballos
para que estos tirasen de ellas y las arrancaran, como hicieron con
el admirado y siempre amado Túpac Amaru, con el objetivo de
descuartizarle vivo con jactancia y del modo más solemne y
circunspecto.
Todavía
hay bellacos que elogian el crimen real y justifican la justicia de
los asesinos, cosa que no es propia del hombre cuerdo y recto.
A
Túpac Amaru no pudieron descuartizarle los cuatro caballos, entonces
sus verdugos gritando a las fuerzas vivas, a los franciscanos y al
populacho: “Y dar al Rey lo que suyo sea”, le decapitaron y
despedazaron, aprovechando la ocasión de colocar su cabeza en una
lanza exhibida en Cuzco y Tinta; sus brazos en Tungasuca y Carabaya;
sus piernas en Livitaca y Santa Rosa.
¡Qué
devoción por el Crimen¡ Era tanto el placer de asesinar que lo
mismo se hizo con los cuerpos de su familia y seguidores, enviándoles
a otros pueblos y ciudades como quien tira carnaza a los perros.
Esmerándose
en el mal, la instrucción criminal real y su talento cargaron en la
conciencia del hijo menor de Amaru, de 10 años, Fernando, haciéndole
presenciar la desgarradora muerte de toda su familia, pasándole
debajo de la horca de los ajusticiados y ver la sangre correr, y a
los caballos galopar con miembro desgarrados, para luego, por
recochineo, desterrarle a África con órdenes de prisión perpetua.
Menos
mal que estos crímenes horrendos aplaudidos por la Iglesia toda y la
realeza criminal y colonial fueron contestados por la insurrección
acaudillada por Diego Cristóbal Túpac Amaru, al tiempo que se
extendía por el Alto Perú y la región de Jujuy, a José Gabriel
Condorcanqui tomando por modelo, dejando una esperanza resonante en
pavorosos ecos.
Daniel de Culla
Imagen proporcionada por el autor