José Martí

"HONRAR HONRA"


José Martí [y Pérez] nació en La Habana, Cuba, el 28 de enero de 1853 y murió en boca de dos Ríos, Cuba, el 19 de mayo de 1895. Desterrado a España (como ahora los cubanos desterrados a los Estados Unidos) se graduó en la Universidad de Zaragoza de Licenciado en Filosofía y Letras. Llegó a México en 1875, y arribo a Manhattan, Nueva York en 1980, donde preparo la Guerra del '95. Fue el liberador de Cuba y poeta brillante. Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió entonces en el máximo adalid de la lucha por la independencia de su país. Lo que escribió Martí sobre la libertad ha resultado ser la antítesis de la revolución castrista y a su líder, que alguna vez dijo con gran cinismo, que Martí era el autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada. Desde entonces ha caído mucha agua sobre esa isla, (se diría que el diluvio castrista la ha ido ahogando) y toda la sociedad cubana se ha ido pique y continúa huyendo para ser libre. Aquí le mostramos el pensamiento martiano, que nos sirve para reflexionar sobre la añorada libertad de los cubanos. Esto fue lo que dijo Martí-al que con malicia- han tergiversado los nuevos revolucionarios y socialistas cubanos, que deben estar muriéndose de vergüenza, si de verdad fueran hombres y mujeres honrados...

1- Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía.Un hombre que obedece a un mal gobierno, no es un hombre honrado.

2- Como el hueso al cuerpo humano, y el eje a una rueda, y el ala a un pájaro, y el aire al ala, así es la libertad la esencia de la vida. Cuanto sin ella se hace es imperfecto.

3- El hombre ama la libertad, aunque no sepa que la ama, y anda empujado de ella y huyendo de donde no la hay.
4- Acaso los enemigos de la libertad lo son porque la juzgan por sus vociferaciones. Si conocieran sus encantos, la dignidad que va con ella, lo rey que se siente el hombre libre, el perpetuo iluminamiento interno que la libre y decorosa conciencia de si y ejercicio de si producen, no habría acaso amigos mayores de la libertad que los que son sus mas eximios enemigos.
5- Con las libertades, como con los privilegios, sucede que juntas triunfan o peligran, y que no puede pretenderse o lastimarse una sin que sientan todas el daño
 o el beneficio.
6- Terrible es, libertad, hablar de ti para el que no te tiene. Una fiera vencida por el domador no dobla la rodilla con mas ira. Se conoce la hondura del infierno, y se mira desde ella, en su arrogancia de sol, al hombre vivo. Se muerde el aire, como muerde una hiena el hierro de su jaula. Se retuerce el espíritu en el cuerpo como un envenenado. Del fango de las calles quisiera hacerse el miserable que vive sin libertad la vestidura que le asienta. Los que te tienen, oh libertad, no te conocen. Los que no te tienen no deben hablar de ti, sino conquistarte.
7- Se es libre, pero no para ser vil: no para ser indiferente a los dolores humanos; no para aprovecharse de las ventajas de un pueblo político, del trabajo creado y mantenido por las condiciones políticas que se aprovechan. Dígase que no otra vez. El hombre no tiene la libertad de ver impasible la esclavitud y deshonra del hombre, ni los esfuerzos que los hombres hacen por su libertad y honor.
Ahora disfrutaremos de esta exquisita y profunda poesía, escrita en el exilio y posiblemente de madrugada, a la luz de una nerviosa vela, que lentamente se derretía, esperando que el autor cumpliera su insomne vocación...
Saludos,

Rafael Bordao.

*

Versos Libres: Mi Poesía

Muy fiera y caprichosa es la Poesía,

A decírselo vengo al pueblo honrado:

Lo denuncio por fiera. Yo la sirvo

Con toda honestidad: no la maltrato;

No la llamo a deshora cuando duerme,

Quieta, soñando, de mi amor cansada,

Pidiendo para mí fuerzas al cielo;

No la pinto de gualda y amaranto

Como aquesos poetas; no le estrujo

En un talle de hierro el franco seno;

Y el cabello dorado, suelto al aire,

Ni con cintas retóricas le cojo:

No: no la pongo en lindas vasijas

Que morirían; sino la vierto al mundo;

A que cree y fecunde, y ruede y crezca

Libre cual las semillas por el viento.

Eso sí: cuido mucho de que sea

Claro el aire en su torno: musicales,

Puro su lecho y limpio surtido—

Los rasos que la amparan en el sueño,

Y limpios y aromados sus vestidos.—

Cuando va a la ciudad, mi Poesía

Me vuelve herida toda, el ojo seco

Y como de enajenado, las mejillas

Como hundidas, de asombro: los dos labios

Gruesos, blandos, manchados; una que otra

Luta de cieno—en ambas manos puras

Y el corazón, por bajo el pecho roto

Como un cesto de ortigas encendido:

Así de la ciudad me vuelve siempre:

Mas con el aire de los campos cura

Bajo del cielo en la serena noche

Un bálsamo que cierra las heridas.

¡Arriba oh corazón!: ¿quién dijo muerte?

Yo protesto que mimo a mi Poesía:

Jamás en sus vagares la interrumpo,

Ni de su ausencia larga me impaciento.

¡Viene a veces terrible! Ase mi mano,

Encendido carbón me pone en ella

Y cual por sobre montes me la empuja!

¡Otras; muy pocas! viene amable y buena,

Y me amansa el cabello; y me conversa

Del dulce amor, y me convida a un baño!

Tenemos ella y yo, cierto recodo

Púdico en lo más hondo de mi pecho:

Envuelto en olorosa enredadera!—

Digo que no la fuerzo, y jamás la adorno,

Y sé adornar, jamás la solicito,

Aunque en tremendas sombras suelo a veces

Esperadla, llorando, de rodillas,

Ella ¡oh coqueta grande! en mis nube

Airada entra, la faz sobre ambas manos

Mirando como crecen las estrellas.

Luego, con paso de ala, envuelta en polvo

De oro, baja hasta mí, resplandeciente.

Vióme un día infausto, rebuscando necio—

Perlas, zafiros, ónices, cruces

Para ornarle la túnica a su vuelta.

Ya de un lado, piedras tenía

Cruces y acicaladas en hilera,

Octavas de claveles, cuartetines

De flores campesinas; tríos, dúos

De ardiente loro y pálida azucena

¡Qué guirnaldas de décimas! ¡qué flecos

De sonoras quintillas! ¡qué ribetes

De pálido romance! ¡qué lujosos

Broches de rima rara! ¡qué repuesto

De mil consonantes serviciales

Para ocultar con juicio las junturas:

Obra, en fin, de suprema joyería!—

Mas de pronto una lumbre silenciosa

Brilla; las piedras todas palidecen,

Como muertas, las flores caen en tierra

Lívidas, sin colores: es que bajaba

De ver nacer los astros mi Poesía!—

Como una cesta de caretas rotas

Eché a un lado mis versos. Digo al pueblo

Que me tiene oprimido mi Poesía:

Yo en todo la obedezco: apenas siento

Por cierta voz del aire que conozco

Su próxima llegada, pongo en fiesta

Cráneo y pecho; levántase en la mente,

Alados, los corceles; por las venas

La sangre ardiente al paso se dispone;

El aire limpio, alejo los invitados,

Muevo el olvido generoso, y barro

De mí las impurezas de la tierra!

¡No es más pura que mi alma la paloma

Virgen que llama a su primer amigo!

Baja: vierte en mi mano unas extrañas

Flores que el cielo da, flores que queman;—

Como de un mar que sube, sufre el pecho,

Y a la divina voz, la idea dormida,

Royendo con dolor la carne tersa

Busca, como la lava, su camino

De hondas grietas el agujero luego queda,

Como la falda de un volcán cruzado;

Precio fatal de los amores con el cielo:

Yo en toda la obedezco; yo no esquivo

Estos padecimientos, yo le cubro

De unos besos que lloran, sus dos blancas

Manos que así me acabarán la vida.

Yo ¡qué más! cual de un crimen ignorado

Sufro, cuando no viene: yo no tengo

Otro amor en el mundo ¡oh mi poesía!

Como sobre la pampa el viento negro

Cae sobre mí tu enojo!

A mí, que te respeto.

De su altivez me quejo al pueblo honrado:

De su soberbia femenil. No sufre

Espera. No perdona. Brilla, y quiere

Que con el limpio brillo del acero

Ya al verso al mundo cabalgando salga;—

Tal, una loca de pudor, apenas

Un minuto al artista el cuerpo ofrece

Para que esculpa en mármol su hermosura!—

¡Vuelan las flores que del cielo bajan,

Vuelan, como irritadas mariposas,

Para jamás volver, las crueles vuelan...