La violenta represión policial contra la “autorizada” y tradicional manifestación del primero de mayo en Francia, la fuerte indignación provocada por las declaraciones del ministro del Interior sobre una supuesta agresión contra un hospital que resultó ser un puro invento, y el proceso que empezó en París contra los dirigentes de la empresa France Telecom y de su presidente Didier Lombard, me sugieren esta reflexión sobre el tema de la violencia y de la gestión social o “management” preconizada por el “liberalismo” económico, que considera al factor humano, es decir el asalariado, como una mera variable de ajuste en el cálculo de sus beneficios.
Helder Camara, obispo católico brasileño (1909-1999) defensor de los derechos humanos, nos legó en su día esta lucida y siempre valida definición de la violencia, que debería ser estudiada en todas las escuelas del planeta:
Hay tres tipos de violencia. La primera, madre de todas las demás, es la violencia institucional, la que legaliza y perpetua la dominación, la opresión y la explotación, la que aplasta y lamina a millones de hombres en su maquinaria silenciosa y bien lubrificada.
La segunda es la violencia revolucionaria, que nace de la voluntad de abolir la primera.
La tercera es la violencia represiva, cuyo objetivo es sofocar la segunda, haciéndose cómplice y auxiliar de la primera violencia que es la que engendra todas las demás.
No existe peor hipocresía que de llamar solamente “violencia” a la segunda, fingiendo olvidar la primera que la hace nacer y la tercera que la mata”.
Mas de trescientas mil personas se manifestaron en Francia el día de la fiesta del trabajo no obstante las advertencias y la intimidación de un colosal despliegue policial. En Paris, la confluencia de numerosos gilets jaunes y de la tradicional manifestación laboral, más de 80 000 personas, no fue del agrado del gobierno, que con el pretexto de la existencia de un millar de “extremistas” supuestamente infiltrados en el desfile, aplicó una política represiva de constante provocación y acoso a los manifestantes, llegando a dislocar y perturbar la manifestación sindical que había sido autorizada.