Ella dobló su pierna izquierda
sobre su pierna derecha y el paraíso
se reveló por unos instantes
que parecieron eternos y sus labios
se sonrieron como los de su boca
y en sus ojos brilló ese mágico
poder de seducción que la hacía
única e irrepetible como mujer
que afloró el deseo más puro del hombre
y que la observó devolviéndole su
sonrisa con la que la amó y se
quedaron atrapados para siempre
en el amoroso y discreto encanto del deseo.