CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO CRÓNICA DE SANTIAGO DE COMPOSTELA





cronicadecompostela

 

              CRÓNICA DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

Aquí he venido Apóstol Santiago, con todos mis yerros,

              mis caídas

y cavilaciones. Aquí he venido a Santiago de Compostela,

              Patrón de mi pueblo

que es Santiago de Chuco en el Perú. He venido inocente,

              candoroso, siguiendo tu camino.

Y aquí estoy en tu Plaza de Obradeiro, como cuando yo

              era niño,

mirándolo todo, sintiéndome acogido o desamparado, con

              ganas de llorar.

 

Aquí estoy mirando las torres, las espadañas lejanas y

              la tarde muriente,

viendo a los demás peregrinos que se abrazan largo rato

              al encontrarse,

como si renacieran, como si hubieran podido morir, como

              si todo acabara de nacer

Otros grupos yacen sentados en rededor con las mochilas

              sin desempacar,

cómo sin saber a dónde ir, o no tener lugar adonde ir, con

              la mirada estupefacta.

 

Aquí estoy pensando en mis padres, en mis abuelos que

              murieron

pero que hubieran querido estar aquí. Aquí estoy, hoy 28

              de junio del año 2018,

cumpleaños de mi padre. ¿No será él quien me ha conducido

              hasta aquí?

¿Hasta este lugar santo, “campo de la estrella”, como significa

              Compostela?

O bien: “Tierra hermosa y compuesta”, donde yace el sepulcro

              del pescador de hombres

 

Haciendo una larga cola ya dentro de la basílica, sin saber

              para qué, siento

que he tardado mucho en llegar. Dando paso tras paso subiendo

              una gradería.

Es para adorar tu imagen yendo detrás del altar mayor, donde yo,

              abrazado a tus hombros

me eché a llorar, como muchos peregrinos que llegan hasta ti,

              hasta esta ciudad vieja

soñada en los caminos, en las posadas, llagados los pies, a

              la cual se llega

y de la cual nunca más se parte, en la cual uno se queda para

              siempre.

 

A mí, querido Apóstol, permíteme volver a mi pueblo humilde,

              a sus campos de trigo,

a sus techumbres de tejas ennegrecidas, a sus aleros que alargan

              a la calle sus alas.

Préstame tu báculo, tus sandalias, el sombrero de tu frente.

              Permíteme volver

hacia aquel pueblo donde te queremos desde niños, desde antes

              que naciéramos

y ser enterrado en una alta colina desde donde contemple, mirando

              con ojos llorosos

la estrella que fulgura en lo alto de esta plaza, y en el fondo del

              océano que somos.

                          DANILO SÁNCHEZ LIHÓN